A pesar de que compartimos las emociones básicas con todos los animales no quiere decir que sea lo mismo para éstos que para nosotros pues existen diferencias cardinales en la forma en que las vivimos, pues en el ser humano intervendrán factores que cambiarán de forma significativa la experiencia de las emociones.
El hombre es el único ser que aprende a identificar los objetos o situaciones como positivos o negativos y dependiendo de eso será la reacción que presente, en otras palabras, podemos aprender que situaciones serán buenas o malas para nosotros, en este sentido se podría entender que algo beneficioso como algún platillo de comida represente una situación aversiva para la persona.
Otra característica del humano es que, al reconocer la emoción que experimenta y reconoce mediante las reacciones fisiológicas como la sudoración de manos o taquicardia, la relaciona con el objeto y por tanto en un futuro reconocerá este como agradable o desagradable; tal como pasaría con una persona que en el momento de querer aprender a nadar estuvo a punto de ahogarse y que, posteriormente, no querrá volver a acercarse a grandes concentraciones acuíferas.
Somos los únicos seres que pueden experimentar toda la reacción fisiológica de una emoción en particular sin manifestar ninguna acción adaptativa para mantener nuestra supervivencia, es decir, podemos experimentar un gran enojo que instintivamente nos llevaría a defendernos, sin embargo, nos quedamos quietos o no hacemos nada al respecto, lo que resulta en una pérdida de energía y un desperdicio de la reacción del cuerpo.
Otra característica de las emociones en el hombre es que es capaz de diferenciarlas, las nombra y les asigna magnitud, en otras palabras, podemos identificar si lo que sentimos es afecto, temor, miedo o alegría y saber si es poca, mediana o mucha la intensidad en que se presenta.
El ser humano puede evocar o anticipar la respuesta fisiológica completa de la emoción con el pensamiento, por ejemplo, el recordar un evento que nos hizo sentir una gran alegría puede reactivar los mecanismos del cuerpo que harán que las hormonas y el sistema nervioso funcionen de tal forma que volveremos a tener la misma sensación que en el momento que lo sentimos ó, en otro sentido, si existe un objeto al que le sintamos un gran temor por la consecuencia que significa y nos acordamos de éste sentiremos la misma sensación de miedo, la sudoración y el vacío en el estómago.
Con todo lo anterior es importante destacar que para que exista una emoción es necesario que exista una persona que le dé valor al objeto, es decir alguien que evalúe aquello que es presentado y le otorgará este valor por la historia y las experiencias que han marcado su vida en relación a éste.
Finalmente somos seres sumamente complejos, pues nuestra condición marca diferencias grandes entre el hombre y el resto de los animales; lo mismo ocurre con las emociones, pues somos capaces de experimentar varias de éstas en un mismo momento ante la misma situación, objeto o persona, reacciones que les damos el nombre de sentimientos.
Las emociones, como se mencionó en párrafos anteriores, son un mecanismo de los seres vivos para diferenciar eventos amenazantes de los que no lo son, sin embargo, es importante señalar que también pueden ser perjudiciales para el ser humano, no por experimentar más las positivas que las negativas o viceversa, sino por su temporalidad y magnitud, es decir, se puede presentar la emoción por tiempos demasiados prolongados y/o la intensidad se incremente de tal forma que la tristeza se puede convertir en depresión, la alegría en euforia, el temor en pánico o la tranquilidad en apatía. Para poder identificar una emoción que se torna patológica o anormal se puede tomar en cuenta que la persona ya no es capaz de realizar, como antes lo hacía, las tareas cotidianas y se note un cambio importante en su relación con los que lo rodean; lo anterior requeriría de una atención especializada.
Abigail Sánchez
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